Desde hace un mes Perú se va inundando poco a poco. Llueve en la costa norte como nadie recuerda haber visto. Llueve más que nunca en sierra y selva y las aguas torrenciales llegan montaña abajo hasta las zonas desérticas donde nunca llueve. Siempre hubo Niño, pero cada vez viene más fuerte y más frecuente. Las inundaciones y los huaicos nos colocan en un increíble reto como peruanos: tomar consciencia de cómo viven nuestros compatriotas, y del impacto de lo que compramos y lo que votamos en las elecciones.
el problema no es el huaico

No puede decirse que las inundaciones no eran previsibles: hace años que venimos escuchando que “El Niño” viene más fuerte que nunca. Los desbordamientos en la selva son cada vez más graves; ya no basta saber que tu casa va a inundarse unas semanas hasta el segundo piso, como ocurría cada año, sino que los habitantes de Belén (Iquitos) viven literalmente cada vez más con el agua del Amazonas al cuello durante meses. 

Más calor en la atmósfera, más lluvias. Menos árboles que sujetan la tierra, más desprendimientos. Estamos matando la gallina de los huevos de oro, ¿y aún nos sorprendemos de sus consecuencias más que previsibles? 

Estamos calentando el planeta como si tuviéramos otro de repuesto. Estamos viviendo cada día como si no hubiera mañana, como si la tierra fuera un plato que no tuviéramos que compartir con nadie más. Estamos repitiendo los mismos errores de Estados Unidos o de Europa, y sufriendo además sus consecuencias.

La felicidad a la que aspiramos se basa en gran parte en lo material, en un consumo rápido, de usar y tirar. Para que cada cosa que tenemos llegue a nuestras manos (desde una manzana a un pantalón o un celular) necesitamos agua, petróleo, energía, árboles… Todos ellos son bienes limitados en un planeta cada vez más habitado

En cada transacción de compra, aunque no lo veamos de manera inmediata, damos a cambio bastante basura y gases que modifican el equilibrio del entorno, como estamos viviendo ahora en nuestro Perú. En la mayor parte de los casos compramos con algo de dinero una pequeña “cuota de desequilibrio” de una casa en la que vivimos 7,000 millones de personas. Los más vulnerables son los que pagan caras las consecuencias. 

Sí, hace falta ayuda inmediata de emergencia, y nuestro pueblo peruano está siendo ejemplar, como siempre. Debemos dar asistencia para los damnificados hoy, sabiendo que con eso sólo aliviamos el problema inmediato y callamos nuestra conciencia. Pero también podemos ser #unasolafuerza para que esto no ocurra cada vez más y peor. ¿Bajamos el aire acondicionado? ¿dejamos de usar envases innecesarios como bolsas, botellas de plástico, tecnopor y descartables? ¿gastamos sólo el agua imprescindible? ¿comemos menos carne y nada que contenga aceite de palma que es lo que más deforesta el Amazonas? Aquí tienen toda una lista de cosas concretas que podemos hacer como ciudadanos para frenar el cambio climático http://porelclima.es/actua/ciudadanos

Le llamaban rio seco

No puede decirse que es una sorpresa que cientos de familias estén perdiendo sus casas. Hace unos días quitaba lodo con Marisol, una joven madre de familia que vió cómo el agua se llevaba su salón de triplay y calamina. “Nosotros no somos colonos, somos pobladores. Yo nací aquí, más adentro, en la colonia 15 de enero, pero ya no cabíamos tantos en casa, y me vine con mis hijos aquí, al río seco”. Esa cañada era conocida como “río seco” porque no pasaba agua desde hacía más de veinte años. Este año ha sido diferente, y el agua no suele inventar nuevos caminos; vuelve por donde pasó. 


No puedo irme de aquí, no tengo el título de propiedad. Si me voy hasta que pase lo del huaico, vienen los colonos y nos quitan el terreno a los pobladores. Los colonos especulan con la tierra. Nosotros somos de aquí aunque la municipalidad no haga nada”. Así es como Marisol se aferra a las tres láminas de madera que quedan de su casa, el único lugar que encuentra para mantener una vivienda independiente con sus recursos. Es la realidad que comparten millones de peruanos, dentro y fuera de Lima, que llegaron a la zona más desértica de nuestro próspero país en busca de algo mejor. 

Falta de planificación urbanística. Falta la inversión necesaria para que algo previsible no se convirtiera en catástrofe. Falta tener en cuenta a los ciudadanos tan peruanas y peruanos como nosotros, que día a día continúan invisibles en las políticas y en los presupuestos.
VIVIR SIN AGUA

No podemos decir que es sorprendente haber estado cinco días sin agua en nuestras casas. Así viven más de dos millones de limeños siempre: nunca tuvieron agua. Una de cada tres personas en nuestra Lima debe caminar con su balde a las cinco de la madrugada cada día para comprar el agua con la que desayunará y se lavará la cara. Pagan al camión cisterna por cada litro cinco veces más que un ciudadano de La Molina. Desde Barranco a San Miguel hemos hecho colas para llenar unos cuantos baldes de agua para el aseo básico. Una situación excepcional por la emergencia es el día a día de zonas de Pamplona Alta o Villa. 


Los supermercados se quedaron sin agua y los precios de los alimentos básicos subieron por temor al desabastecimiento. Casi diez millones de personas coexistimos en un milagro de ciudad que recibe absolutamente todo de fuera: cada gota de agua, cada palta, cada tomate. Lima es la segunda ciudad desértica más habitada del planeta, aunque soñemos otra cosa cuando vemos que San Isidro riega sus jardines públicos con camiones cisterna a plena luz del sol. 
No nos puede sorprender lo que está pasando estas semanas, cuando jugamos al juego de un sistema que permite un crecimiento económico que no piensa en las personas ni en sus consecuencias. Uno de cada tres limeños ya vivían en una situación de vulnerabilidad extrema antes del huaico. 
La ayuda es muy necesaria hoy pero si realmente queremos seguir siendo #unasolafuerza tenemos que actuar con urgencia también mañana. Tenemos que comprometernos a que nuestro consumo se adecue a las carencias de un desierto y a las necesidades de nuestros vecinos. 
Desgraciadamente, no dejará de incrementarse la gravedad de estas emergencias si no cambiamos nosotros. Se el cambio que quieres ver #unasolafuerzasiempre